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Metaverso y desigualdad

Julio Serrano*

Una historia que leí recientemente me hizo reconsiderar mi opinión sobre la estructura social del metaverso. Mi impresión era que este mundo virtual que se está edificando iba a fomentar la igualdad entre sus usuarios. Cualquier persona con una conexión de internet, sin importar su condición socioeconómica, conviviría de igual a igual con los demás participantes. Ya no lo veo tan claro.  

Actualmente, cuando interactuamos con amigos o colegas de forma virtual lo hacemos a través de Instagram, Zoom, e-mail, WhatsApp y otras plataformas utilizando pantallas bidimensionales (principalmente celulares). En la siguiente interacción del internet, lo que se conoce como el metaverso, será mucho más inmersiva. Vamos a tener una mayor sensación de presencia. Esto se logrará (en un inicio) mediante lentes de realidad virtual que nos permitirán sentir que la convivencia es en 3D.  

En el metaverso los usuarios podrán trabajar, jugar, aprender, socializar y comprar en un mundo virtual mediante personajes llamados avatares. La forma de los avatares será de la elección de los usuarios: algunos optarán por los que asemejen su forma física, mientras que otros escogerán formas fantasiosas.  

Para un anticipo de lo que viene hay que ver lo que está pasando en videojuegos como Fortnite. Con imágenes cada vez más realistas, los jugadores escogen avatares para pelear con otros en un mundo virtual. La sensación es de estar dentro del juego. Para una idea de lo que puede llegar a ser el metaverso en el futuro solo hay que ver las películas de The Matrix.  

Un mundo virtual puede parecer una utopía en la que abunda la libertad de ser como queremos ser, sin las restricciones a las que estamos sujetos en el mundo real; en el que el dinero y el estatus social son secundarios. En estas líneas pensaba; sin embargo, la historia que leí me hizo reevaluar mi opinión: una mamá de una familia acaudalada en Estados Unidos ofreció comprarle a su hijo unos tenis de marca muy caros. El hijo aceptó el regalo, pero no el de los tenis físicos, sino el de unos tenis digitales de la misma marca y del mismo precio para su avatar. Prefirió que sus amigos virtuales apreciaran sus nuevos y caros tenis a que lo hicieran sus amigos reales. 

Lo que esta historia (y otras similares) muestra es que el metaverso va a ser parecido en términos de estructuras socioeconómicas al mundo en el que vivimos. Las señales son cada vez más evidentes. Hay empresas que venden terrenos en el mundo virtual. Otras venden artículos digitales, como los tenis que escogió el niño de la historia.  

Todo esto provocará que algunas de las diferencias del mundo real se trasladen al metaverso. Habrá avatares vestidos de moda que viven en las “buenas zonas” y los que no lo puedan hacer por falta de dinero real. Los beneficios del metaverso se extenderán a toda la población. Pero pensar que desaparecerá la desigualdad es una fantasía. 

*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada en Milenio el 26 de mayo de 2022.

2022-05-26T11:54:48-05:00