Si López Obrador controlara Banxico
Julio Serrano*
Críticos del Presidente interpretaron la decisión de retirar la candidatura de Arturo Herrera para dirigir el Banco de México y de proponer a Victoria Rodríguez Ceja en su lugar como una maniobra para quedarse con el control de la institución. No lo creo. Aunque así fuera, no me queda claro que haría con él.
López Obrador ha escogido ya a tres de los cinco integrantes de la Junta de Gobierno de Banxico (Rodríguez Ceja sería el cuarto) y a la fecha no parece que haya habido interferencia del Ejecutivo. Por lo menos es lo que opinan los mercados. Si no se percibiera autonomía, el tipo de cambio y otras variables macroeconómicas no estarían estables. Es verdad que el peso ha caído recientemente, pero esto se lo podemos atribuir a la fortaleza generalizada del dólar más que a la nominación de Rodríguez Ceja.
Además, todo indica que no existe una directriz desde Palacio Nacional de cómo deben votar los subgobernadores. Si existiera, los tres seleccionados por el Presidente votarían de manera coordinada. No ha sido el caso. En ninguna de las últimas cuatro Juntas de Gobierno ha existido consenso entre ellos. No veo por qué esto va a cambiar con la entrada de Rodríguez Ceja.
Pero aun cuando López Obrador pudiera determinar el rumbo del Banco de México, no estoy seguro lo que haría con las tasas de interés. Dos fuerzas enfrentadas entre sí dificultan hacer un buen pronóstico: la desaceleración económica y la elevada inflación. Las perspectivas en ambos casos se han deteriorado recientemente. La disyuntiva es subir tasas para controlar la inflación o no subirlas para estimular la economía. Al Presidente obviamente le gustaría conseguir ambos resultados. El problema es que frecuentemente son excluyentes.
La pregunta, en lenguaje económico, ¿es López Obrador un hawk (un halcón en la lucha contra la inflación) o un dove (una paloma más dócil)? En principio podemos pensar que es un dove. Lo último que quiere es que la economía deje de crecer. Sus proyectos sociales dependen en gran medida del crecimiento. Un estancamiento prolongado puede afectar los ingresos públicos que tanto necesita para financiarlos.
Sin embargo, López Obrador tampoco quiere que los precios se salgan de control. Sabe que la inflación funciona como un impuesto regresivo y que la registrada en la primera quincena de noviembre fue la más alta de los últimos 20 años. Además está el tipo de cambio, una de las variables que más le importan. Si otros países suben tasas —como está sucediendo— y México no les sigue el paso, el peso se puede derrumbar.
Puede que existan otros temas en los que si AMLO tuviera control de Banxico actuaría con mayor certidumbre y distinto a cómo lo haría un banco central autónomo. Se me ocurre, por ejemplo, el manejo de las reservas internacionales y el destino de los recursos que recién nos asignó el FMI, entre otros. Pero en el más importante —la determinación de las tasas de interés— es una incógnita cuál es su preferencia.
*Integrante del Consejo Directivo del CEEY. Correo: [email protected]. Columna publicada originalmente en Milenio el 2 de diciembre.