Educación e inclusión financiera en México
El impulso a programas y acciones de educación e inclusión financiera en México ha rendido frutos y generado beneficios de mayor acceso y uso, particularmente entre las mujeres de algunas zonas rurales de nuestro país en donde la brecha de género no solo se redujo, sino que se invirtió (la brecha en cuanto a la proporción de personas con acceso a una cuenta pasó de un 6 a -2%). El Reporte Nacional de Inclusión Financiera (2018) muestra que el crecimiento en las clientas mujeres ha superado al crecimiento de la que ha tenido el mercado a raíz de estrategias como la Política Nacional de Inclusión Financiera. De igual manera, se muestra que la tasa de crecimiento del volumen de crédito de la cartera de mujeres en los bancos creció en un 15%, haciéndolas una fuente sólida de ahorros para un banco.
En la última década, el sector público y privado han lanzado diferentes iniciativas para la inclusión financiera de la mujer en diferentes segmentos: mujeres en la base de la pirámide, mujeres micro emprendedoras, mujeres dentro de la fuerza laboral y mujeres lidereando Pymes. Un esfuerzo es el de Bansefi y Prospera para entregar tarjetas de débito a sus beneficiarias. Con ello Bansefi atiende al 22% de la población femenina e intenta vincular el uso de esas cuentas con otros productos financieros como seguros de vida y cuentas de ahorro. La facilitación del acceso a servicios bancarios e instrumentos de inversión ha permitido una mayor participación de la mujer en la economía, pero aún existen deficiencias en el tema de conocimientos financieros que deben eliminarse a través de esfuerzos y políticas específicas.
Capacidad financiera para tomar decisiones eficaces
De acuerdo a la definición de la OCDE, la educación financiera es el desarrollo de habilidades necesarias para tomar decisiones informadas, evaluar riesgos y oportunidades financieras para mejorar su bienestar. No solo involucra el conocimiento de la existencia de los diferentes servicios y productos que ofrece el mercado sino también la comprensión de los mecanismos involucrados en los procesos financieros, para que los consumidores puedan aprovechar las ventajas del sistema y hacer el mejor uso posible de sus recursos.
A pesar del incremento en la participación de la mujer en el sistema financiero, la encuesta OCDE/INFE 2017 muestra que existen deficiencias por parte de las mujeres en el entendimiento de ciertos conceptos, lo que se combina con el desconocimiento de los instrumentos disponibles. Esto resulta en una barrera para su inclusión financiera, un mal uso de sus recursos y desconfianza en el sistema, afectando negativamente su movilidad social. Los datos obtenidos por la ENIF a partir de 2012 muestran una brecha de género en las cuatro áreas: acceso, uso, educación financiera y protección al usuario. De esta manera, un enfoque de acción en los indicadores de educación financiera ayudarían a combatir uno de los elementos de la brecha de género en el sistema financiero. La educación financiera de la mujer, además de impulsar la eliminación de la brecha de género, tendrá un impacto positivo en la toma de decisiones de las mujeres, dando eficiencia a sus inversiones y movimientos bancarios.
Adicionalmente, al mejorar las capacidades financieras de la mujer, el mismo sistema se verá motivado a desarrollar servicios y productos que atiendan sus necesidades específicas, ampliando así la oferta e impulsando la demanda. Una educación financiera de calidad repercutirá no solo en beneficios para los consumidores sino en el mejoramiento de los servicios y productos ofrecidos. Y el impacto va mucho más allá del bienestar personal de los usuarios y sus familiares: el desarrollo de buenos hábitos financieros y la reducción del desperdicio de recursos también tiene un efecto positivo en la economía en general al impulsar la estabilidad del sistema y fortalecer la confianza en las instituciones.