¿Qué tan bien funciona la economía en México?

Calificar el comportamiento de las actividades productivas de un país depende de un sinnúmero de variables. Si bien la economía en México ha mostrado un crecimiento sostenido en términos generales, la persistencia de la pobreza y el incremento en las desigualdades nos presentan un panorama aparentemente incongruente.

Observando exclusivamente los resultados de la economía en términos de producto interno bruto (PIB), se podría pensar que México tiene una economía próspera con proyecciones de crecimiento relativamente optimistas para los próximos años. Pero si ampliamos ese análisis e incluimos otros indicadores de desarrollo económico, vemos que los beneficios del crecimiento no han tenido la penetración necesaria para eliminar inequidades y así impulsar la movilidad social.

¿Qué indicadores usar?

Esto depende de las dimensiones que queramos medir y analizar. El problema con los indicadores económicos publicados por diferentes organizaciones como el INEGI, la OCDE o el Banco Mundial no es los indicadores en sí, sino la interpretación que derivemos de estos; se requiere integrar todos los datos relevantes para poder “armar el rompecabezas” y así obtener un retrato lo más fiel posible de la situación.

El Índice de Desarrollo Humano del que ya aquí hablamos anteriormente, por dar un ejemplo, nos presenta una visión general de las condiciones del desarrollo social en el país que puede ser contrastado con el PIB y nos permite hacer una comparativa con otros países y de esa manera ajustar las políticas públicas orientadas a la macroeconomía.

Por otro lado, contamos con indicadores y encuestas publicados por el INEGI que nos dan una mejor idea de las condiciones económicas particulares de las diferentes entidades federativas y que apoyan así al estudio de la movilidad social y la desigualdad de oportunidades por regiones. Si a esto sumamos los trabajos desarrollados de forma independiente por organizaciones como el mismo CEEY, tendremos disponibles análisis realizados por expertos, como el libro México, ¿el motor inmóvil?, que nos ayudarán a acomodar las piezas de ese rompecabezas.

Sin embargo, la pregunta del inicio es la que tenemos que responder: ¿son congruentes la cifras de crecimiento económico, medidas por la tasa de crecimiento del PIB, y el estancamiento del bienestar, medido por la persistencia de la pobreza y de la desigualdad? Y la respuesta es que sí lo son, siempre que al crecimiento del PIB lo expresemos en términos per cápita (por habitante).

Cuando a la tasa de crecimiento del PIB le restamos la tasa de crecimiento de la población, obtenemos lo que se denomina tasa de crecimiento del PIB por habitante; y esta es la verdadera medida del desarrollo económico. Durante los últimos 25 años el PIB de México creció a un ritmo anual promedio de 2.5 %; sin embargo, la población creció a una tasa de 1.6 % aproximadamente. Eso da una tasa de expansión del PIB por habitante de tan sólo 0.9 % por año.

El PIB por habitante es una medida aproximada del ingreso por persona, y con un crecimiento de 0.9 % anual significa que el habitante promedio verá duplicado su ingreso cada 70 años. Y esa medida del estancamiento del ingreso es muy congruente con el hecho de que la movilidad social sea baja, la pobreza sea persistente y la desigualdad no se reduzca.

Por lo tanto, es claro que el desarrollo económico de nuestro país sufre de deficiencias que son un obstáculo para que los pobladores alcancen el nivel de prosperidad que desean. Como señala el documento más reciente del CEEY (“El México del 2018. Movilidad Social para el Bienestar”): México se encuentra en un mal equilibrio, con bajo crecimiento económico, elevada desigualdad y baja movilidad social.

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2018-07-16T10:17:43-05:00